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San Félix, la memoria de Sabadell. Un lugar para recordar, un espacio para acompañar

En el corazón de Sabadell, frente a la plaza de Sant Roc, se alza la iglesia arciprestal de San Félix. No es solo piedra y tejado: es testigo del paso del tiempo y de la vida de una comunidad que ha buscado consuelo, abrazo y presencia en los momentos más cruciales.

 

Un pedestal histórico y emocional

El templo, originado en el siglo XV sobre la antigua capilla de Sant Salvador, conserva aún el ábside gótico de 1420. A lo largo de los siglos creció, incorporó nueva sacristía, capillas y un campanario barroco de 38 m de altura, obra de Joan Garrido entre 1724 y 1738. Este campanario no era solo verticalidad: era la voz de la ciudad, marcando horas, Ángelus, funerales y emergencias, acompañando a Sabadell con su eco.

Tras los grandes incendios —la Semana Trágica de 1909 y la Guerra Civil— gran parte de la iglesia fue destruida, y solo resistieron el ábside y el campanario. A cambio, se erigió un nuevo templo neogótico (1914–1942), bajo la dirección de Enric Sagnier y Francesc Folguera, que abraza la historia y el espíritu de la comunidad.

 

Escenario de despedidas y encuentros

Para generaciones de sabadellenses, San Félix ha sido escenario de etapas fundamentales: bautizos, bodas, funerales, misas conmemorativas. En cada uno de estos rituales el espacio ha ofrecido protección emocional: columnas que sostienen el edificio y vitrales que dejan entrar la luz, otorgando un marco de solemnidad y esperanza. Las campanas de San Félix han sonado en momentos de alegría y dolor, marcando el ritmo de la ciudad y generando un entorno donde la comunidad se siente acompañada.

 

Un lugar más allá del edificio

Es habitual que las familias, después de los actos litúrgicos, se reúnan frente a la fachada o suban al campanario para contemplar Sabadell desde una nueva perspectiva, más íntima. Es en esos instantes, con el murmullo de fondo de las campanas, cuando el templo se transforma en un espacio de recogimiento. Un lugar donde se habla en voz baja, se llora con discreción, se encuentra consuelo. Un espacio construido para acompañar.

 

Memoria colectiva, presencia perpetuada

San Félix no es una reliquia estática, sino un espacio vivo. La combinación del ábside medieval, el campanario barroco y las curvas neogóticas refleja la capacidad de la ciudad para reconstruirse, preservar y trascender. Cada restauración recuerda una voluntad colectiva: seguir juntos a pesar de las tragedias.

Cuando hallamos refugio entre sus muros, no solo encontramos un techo. Entramos en un territorio simbólico, habitación de recuerdos, de ausencias y de esperanzas. Un espacio pensado para acompañar, para sostener. Porque el duelo se vive en comunidad. Y San Félix —con sus campanas, luchas y victorias— ha sido, desde hace siglos, el hogar invisible de todos nosotros.